miércoles, 16 de enero de 2013

El cantante Bono, en el Vaticano


En muchas ocasiones, aunque no se cuenten, también hay buenas noticias, y noticias interesantes por quien las protagoniza.

En el mes de noviembre, Bono, el carismático lider del grupo U2, visitó el Vaticano para encontrarse con el Cardenal Peter K. Turkson, Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz. En ese encuentro, Bono dio las gracias a la Iglesia Católica por su participación en la campaña "Drop the debt" para condonar la deuda de los países pobres, y por la que más de 52 millones de niños han podido recibir una educación. Durante apróximadamente una hora conversaron sobre proyectos de ayuda, colaboración y desarrollo.

En esta ocasión Bono comento que la Iglesia merece “un crédito increíble para estar en la vanguardia de ese movimiento… fue un movimiento interreligioso y también era lo que podríamos llamar interdisciplinario, porque había sacerdotes y monjas caminando al lado de rockeros punk, músicos y deportistas… era una gran panoplia de personajes ….. pero yo creo que la Iglesia no ha hecho un buen trabajo hasta el momento en decirle a la gente lo que han logrado y estábamos tratando de averiguar la mejor manera de hacer eso".

Bono, de origen irlandés, es hijo de padre católico y madre protestante. Sin ninguna duda, sus profundas creencias también se reflejan en sus canciones y motivaciones, por lo que se ha convertido en un activista incansable contra la pobreza en el mundo y otras causas humanitarias.

También escribió una introducción al libro de los Salmos, de la que extraemos algunos párrafos:

«Explicar las creencias siempre ha sido difícil. ¿Cómo explicas un amor y una lógica en el corazón del universo, cuando el mundo está tan descentrado respecto a esto? ¿Nos ha cruficidado la libertad? ¿Y qué hay de los personajes dudosos que habitan en ese libro llamado La Biblia, qué oyen la voz de Dios? Es interesante, ¿pero es Dios?
Explicar la fe es imposible: una visión por encima de la visibilidad, un instinto por encima del intelecto. Un cantautor toca un acorde con la fe de que lo oirá la próxima vez en su cabeza.

Uno de los escritores de los salmos era un músico, un arpista cuyos talentos eran requeridos en el palacio como la única medicina que calmaba los demonios del caprichoso e inseguro rey Saúl de Israel; una idea que aún sigue inspirando, si no como explicar que Marilyn cantase para Kennedy, o  las Spice Girls en el palacio del Príncipe Carlos...

A la edad de 12 años, yo era fan de David, él me era familiar... tan familiar como una estrella del pop. Las palabras de los salmos eran tan poéticas como religiosas, y él era una estrella. Un personaje dramático, porque antes de que David cumpliese la profecía de ser rey de Israel, tuvo que llevarse una buena paliza. Fue obligado al exilio, acabó en una cueva a las afueras de un pueblo sin nombre, enfrentado al colapso de su ego y al abandono de Dios. Pero aquí es donde el culebrón cobra interés, aquí es donde se dice que compone su primer salmo, un blues. Así es como muchos de los salmos me hacen sentir, como un blues. "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿por qué estás tan lejos de mí?" (Salmo 1)

He oido ecos de este tipo cuando el impío Robert Johnson aullaba "hay un perro del infierno en mi camino", o Van Morrison cantaba "a veces me siento como un niño sin madre". Texas Alexander imitó a los salmos en Blues Justice: "He llorado Señor, mi padre, Señor que venga el reino. Devuélveme a mi mujer, entonces todo estará bien". Con humor, a veces blasfemo, el blues era una música oscura, pero por oposición, es halagado por su primo perfecto, el gospel.

El abandono y los desarraigos son mis temas favoritos de los salmos. El Salterio puede ser una fuente para la música gospel, pero para mi, la fuente está en la desesperación del salmista, que ralmente revela la naturaleza de su especial relación con Dios. Incluso en la ira. "¿Cuánto tiempo Señor? ¿Cuánto tiempo te esconderás?" (Salmo 89) o "¡respóndeme cuando te llamo!" (Salmo 5).

Los himnos y los salmos fueron mi primera muestra de una música inspiradora. Me gustaban las palabras, pero no estaba seguro de los tonos -a excepción del Salmo 23, "el Señor es mi pastor". Recuerdo como zumbaban y retumbaban antes de ser cantados. Incluso, de una forma extraña, me prepararon para la honestidad de John Lennon, el lenguaje barroco de Bob Dylan o Leonard Cohen, para las voces profundas de Al Green o Steve Wonder. Cuando escucho de nuevo a estos cantantes, vuelvo a conectar con una parte de mi que no puedo explicar... mi alma, supongo.

Lo que no hicieron los sólidos, incluso rigurosos, argumentos religiosos, lo hicieron las palabras y la música, me acercaron a Dios. no como una creencia, sino en una experiencia de Dios. Más allá del arte, de la literatura, de la razón, la forma en que llegó a mi espíritu, fueron las palabras y la música. Como resultado, siempre sentí abierto para mi el libro de los Salmos, y eso me llevó a la poesía del libro del Eclesiastés, a la Canción de Salomón, al libro de Juan... Mi religión no podía ser de ficción, pero tenía que trascender los hechos. Podía ser mística, pero no mítica, o ritualista.»




Fuente: www.aciprensa.com
Selección del libro de los Salmos con introducción de Bono. Pocket Canons Series. Grove Editions. 1999.


martes, 8 de enero de 2013

Buenos días a todos y a cada uno:
 
Ya estamos llegando a final de un año, pienso que para todos, rico de vivencias, de acontecimientos varios, entre sombras y luces. He aquí pues unas pinceladas’ congoleñas’ para compartir y agradecer vuestro recuerdo y apoyo constante, de una u otra forma.
 
Los primeros meses del año vieron la partida de dos de los fundadores de la comunidad CPCR en la RDC: el P. Francisco Cergneux, por motivos de salud, y el Hno José Sacilotto por motivos de edad. El primero no pudo ser sustituido en su cargo de Maestro de novicios por lo cual se ha aplazado el comienzo del novicia-do para 4 jóvenes que estaban en condiciones de poder empezar esa etapa fundamental para la vida consagrada. Al Hno José lo sustituye el Hno Julio Moral, español, de Burgos, que nos ha venido de la comunidad de Chabeuil (Francia).
 
Seguimos con nuestro apostolado de tandas de ejercicios ignacianos para laicos, pero con una menor participación debido en buena parte a la crisis, porque los países subsaharianos se resienten de la desastrosa economía mundial. Además la política local no favorece en nada la emergencia de la clase pobre, cada vez más miserable, frente a un pequeño porcentaje de descarados despilfarradores… Se construye muchísimo, en alto y de calidad, en la capital congoleña. Se importan centenares y centenares de coches nuevos y no de los baratos. Se han arreglado grandes bulevares y avenidas pero las demás calles están casi impracticables. Y como no cuentan las reglas de circulación, en esas avenidas se circula a todo meter, provocando cantidad de accidentes de tráfico. No transcurre semana sin que se nos informe de que algún conocido nuestro haya sido gravemente herido o haya muerto brutalmente, y sin embargo conocemos tan solo a una ínfima parte de los 12 millones de habitantes de esta megápolis.
Acontecimientos más relevantes:
- Ordenación sacerdotal del P. Arnold Mukiele Meya, 3er sacerdote CPCR nativo. Tuvo lugar el 29 de julio en la Catedral Ntra Sra del Congo. Tan solo eran religiosos los ordenandos porque      los futuros diáconos y sacerdotes diocesanos serán ordenados, por el mismo Cal Arzobispo, el próximo 21 de diciembre.  Estuvo presente el P. General, con el que vine desde Europa después de unos dos meses fuera del Congo,   entre Francia, Suiza y España…
- Profesión perpetua del Hno Max-Sébastien Mapangu Makina, 1er Hno Coadjutor CPCR nativo. Tuvo lugar en nuestra Parroquia  St María de Kimwenza (a la que pertenece la casa de formación).           

- En ese mismo día profesaba por un año el único novicio, el Hno Toussaint Kasongo.
- Visita canónica: en el transcurso de su mandato como Superior General, este ha de realizar en cada comunidad la llamada visita canónica a fin de escuchar a cada uno de los religiosos personalmente, animar, y también enderezar la vida comunitaria y apostólica.
Además, el P. General tuvo a bien de escucharnos a todos en cuanto al proyecto del proseguimiento de la construcción de la casa de los Cooperadores, en Kimwenza. En efecto, hasta la fecha, somos inquilinos de los PP. Paulinos. Ya habíamos empezado a edificar en un terreno que se nos ha concedido al lado. Pero he aquí que estando  en Granada a primeros de julio, me llega la noticia de que los PP. Paulinos necesitan reintegrar su casa, y tal como lo estipula el contrato entre ambas partes, lo harán dentro a los seis meses de avisarnos, o sea a primeros de enero.  Asi que tuvimos que darnos prisas en estudiar lo que necesitamos y tenemos que edificar: tuvimos pues  varios intercambios entre nosotros a partir del plan primitivo y de la experiencia de lo ya construido. Encuentros con el arquitecto, y con los responsables de la empresa constructora… Finalmente recién en octubre pudo empezar la obra faraónica que durará un mínimo de  9 meses… Vean Vdes mismos en qué punto estamos al 18/12/12.    No iniciamos aún las fundaciones de la capilla ni las de la casa noviciado.
Viaje al interior del país. (5-23/09/2012) Con motivo de las primeras misas y misas de acción de gracias del P. Arnold y del Hno Max, emprendimos un largo y maravilloso viaje con nuestra LandCruiser todo terreno: unos 2500km ida y vuelta, hacia los confines de la diócesis de Idiofa que se extiende parte sobre la provincia de Bandundu y parte sobre la del Kasai Occidental. Llegamos la primera tarde a la ciudad de Kikwit. Hasta allí, por fin hay carretera asfaltada (525km). Ruta peligrosa por las curvas, subidas y bajadas: así, te encuentras de sopetón con camiones u otros vehículos averiados y abandonados que ocupan buena parte de la calzada. Viajamos pues casi siempre de día.    Habría tanto para contar de esta expedición. Estuvimos siempre a tope de personas y bultos, como suele darse en estos contornos: ¡hay que aprovechar al máximo los escasos medios de transportes! Antes de dejar Kikwit , compramos azadón y machete, herramientas indispensables que nos servirían en más de una ocasión, cuando, dejado el asfalto, nos metamos por rutas, o sumidas en arena, o regresadas al estado de senderos forestales.
A continuación, simplemente unos flashes:
- En Mwefo I, pueblo del P. Arnold al que este no había regresado desde hace 16 años, una solemne comitiva vino a esperarnos a la entrada el pueblo y recorrimos varias calles hasta llegar a la casa donde nos recibió oficialmente el     clan materno del neo-sacerdote.
De ahí siempre en olor de multitudes hacia una casa vaciada de sus habituales ocupantes, para dejarnos amplio lugar. Junto a ella, música y bailes tradicionales toda la noche, bueno! hasta que, de madrugada, la lluvia dispersara a la gente.
 El domingo, Primera Misa al aire libre pero en amplios  espacios enderezados, gracias a construcciones con palos y cubiertos con ramas de palmeras. Duró la misa algo más de 4 horas (de las que 3 y pico danzadas ¡) Empero la comida festiva para invitados y notables se ‘alargó’ una media hora escasa. Habíamos aportado para la circunstancia una garrafa de vino tinto desde Kinshasa, sino agua pura traída de una fuente que se encuentra a una hora de camino del pueblo…  El lunes por la mañana dejando al P. Arnold entre los suyos, seguimos nuestro periplo.
- Pasamos y volvimos a pasar por Idiofa, la sede de la diócesis. Tuvimos una muy aprovechada y provechosa entrevista con el Obispo, quien había sido antes rector del Seminario mayor de Kinshasa donde han estudiado los dos primeros sacerdotes CPCR. Gozoso fue desde luego su reencuentro con nuestro P. Godé.  Acercándosenos en junto al Obispado, ¡cuánta gente al acecho de una ocasión para proseguir su ruta hacia las profundidades de la diócesis! Imposible acceder a todos los pedidos. Sobre todo porque no se trata sólo de personas sino de voluminosos y pesados equipajes. Muy pocos son los vehículos en condiciones para adentrarse en las tierras: o motos o enormes camiones. Algo además me preocupaba: vamos por etapas, no anunciamos a tantas personas. Pero comprobé que estos eran planteos míos; aquí esto nunca es problema, ni para comer, ni para encontrar posada.  Llegamos la misma noche a Laba Mbel Mukor, pueblo del recién profeso Hno Toussaint, el cual no había vuelto alli desde hace 8 años. Entretanto había fallecido su papá. Allí también acogida festiva: cantos, flores, vino de palma, cacahuetes estupendos por su calidad y buen tostado. 
Me estrené, es decir pasé la primera noche de mi vida, en una casa hecha con barro, palos y con tejado vegetal. ¡Nada de importación, todo de origen y fabricación local! Qué paz y serenidad! Al día siguiente, dejando al Hno Toussaint en su pueblo, otra vez en la carretera. Bueno! eso de carretera… resulta palabra mayor, pero bien que mal llegamos a Ipamu, primera sede de la diócesis de Idiofa, gran y hermosa misión. Veníamos a recoger al Arcipreste, A. François, un sacerdote que fue párroco del Hno Max. Su amena compañía nos va a ser preciosa. Conoce bien toda la comarca que tenemos que cruzar. Marchamos después de comer, esperando llegar a la etapa prevista al final de la tarde, pero una tormenta organizó un fuego artificial impresionante delante nuestro y como nos íbamos a encontrar con unas pendientes de mucho cuidado y en tierra arcillosa, nos pareció prudente parar-nos…  Sí! pero dónde… y todos los que vamos. Menos mal, al A. François le pareció que el pueblo cercano de Yamba Yamba podría resolvernos la pape-leta. Salimos de la ‘ruta principal’ (¡qué bien suena!) y nos metimos, no diría campo a través sino por un sendero del todo apto  eso sí para motos y bicis… Lloviznaba en la noche tan solo iluminada al este por algunos relámpagos. De pronto, ¡alto! Un mango se ha acostado, atravesado, y nos impide proseguir. ¿Dónde esta-mos? Hacemos sonar la bocina, en la oscuridad. Al rato se acerca un hombre bien abrigado, se entera de quienes somos y nos invita a acercarnos con el vehículo, y nos indica por donde, hacia una casa que apenas adivinamos a unos 30m. Pues créanme, no pasó siquiera una hora que ya estábamos sentados en torno a una abundante cena caliente –no hay corriente eléctrica- y que tenían preparadas habitaciones decentes para cada uno en distintos lugares cercanos. Al día siguiente, miércoles, hubiera sido Navidad, Pascua, Pentecostés o todas las solemnidades a la vez, que no hubiéramos tenido una Misa así de festiva, cantada y concurrida como en aquella modesta iglesia de pueblo donde tan solo tres o cuatro veces al año se celebra misa. Después, no faltó un copioso desayuno antes que nos dejen, mutuamente agradecidos, reemprender el camino. ¡Bendita tormenta amenazadora que nos permitió experimentar tan espléndida hospitalidad. ¡Hay gente a la que Mt 25, 34-40 les va a venir de perla en el día supremo!
En los pueblos  por los que pasamos, acuden, de las pocas casas, decenas de niños convocados por el ruido del motor, y curiosos al observar la presencia de un Blanco, muchos por primera vez en su vida. Algunos huyen cuando los miras, otros se acercan o como esta niñita, no sabes por qué, le agarra un dedo y no lo quiere soltar. ¡Qué porvenir para estos niños, la mayor parte de esos poblados sin escuela o con una escuelita donde hacen de maestras unas chicas del lugar, con tan buena voluntad como poca letra!
En las proximidades de Mapangu/Brabanta, entramos en una muy extensa plantación de palmeras de aceite, cuya producción industrial da trabajo a miles de personas de la comarca. Mapangu está repartida en dos núcleos : la ’cité’ y la misión. La misión, a parte de los edificios parroquiales en bastante mal estado abarca un gran liceo y un colegio, con internados  donde acuden centenares de chicos y chicas que vienen  a veces de la misma capital: En efecto, padres responsables que habitan Kinshasa prefieren que sus hijos tengan una mejor y más sanas preparación estudiando lejos de las seducciones y solicitaciones de todo tipo que brinda la capital.

De Mapangu, saldremos a la mañana siguiente, hacia el sur. Cargamos con todo lo indispensable para la fiesta en el pueblo del Hno Max, última etapa de nuestro viaje de ida que llegaremos después de muchas peripecias. Al principio, mientras cruzamos la plantación, ruta pasable. Luego nos adentramos en la selva, la antigua ruta ha menguado tenemos que meter por senderos.  Se nos avisa una vez que más adelante un gran árbol ha caído e imposibilita el transitar. Gracias al A. François reclutamos unos `leñadores’ para ayudarnos a quitar el obstáculo. Llegamos a Mikope pueblo, donde muchos hacen fiesta a algunos de los ocupantes del vehículo, sus parientes a los que no han visto desde años. De Mikope pueblo a Mikope misión, por campo a través entre hierbajos y arbustos, grandes bajadas y otras tantas subidas, anochece. ¿Cómo pueden saber adónde nos dirigimos? Sin embargo llegamos. Retretes y duchas como siempre al exterior y de campo… pero frente a necesidades imperiosas, uno se adapta.

A la mañana siguiente, visitamos la misión, su hospital, sus escuelas y su campo de trabajadores, todo muy decaído desde que se  marchó una Sra Belga que dio y se dio mucho… Tuvo que ir a realizar su proyecto en otro lugar, colmada aquí de despre-cio e ingratitud, por parte de algunos que querían hacerse con todo.
Para llegar a Dibanga, a unos 45 km por ruta, comentaban que en una hora escasa se podía llegar. En la parte de sabana, sí que pudimos correr, pero al llegar a la selva, creíamos no poder proseguir en algunos tramos. Tuvimos que hacer un alto en el camino para saludar al jefe/rey de la tribu a la que pertenece nuestro Hermano, y obtuvimos de poder sacarnos una foto-recuerdo.
Caía la tarde cuando llegamos a la entrada del pueblo. Aquí también qué festejo, los Kimbanguistas con sus instrumentos de percusión y de música, y mucha gente nos esperaba. Cruzamos el pueblo hasta la casa hecha expresamente para nosotros, una gran hermosa casa hecha toda (en 3 días)de productos del lugar. ¡Qué atenciones para que estuviéramos a nuestras anchas! Nunca escaseó  el agua para la ducha, pero había que traerla desde una fuente situada  a una hora y media del pueblo, andando por supuesto. La noche fue animada con danzas expresando cada uno algún proverbio, algún dicho de la sabiduría ancestral. Nunca había visto bailar así, eran casi todos hombres y hasta personas mayores traduciendo un sentido contenido  con gestos y movimientos donde actuaban todos los músculos de pies a cabeza al ritmo variado de los tam-tams. Al día siguiente por la mañana, tuvimos el privilegio de presenciar unas danzas realizadas por hombres con vestidos y máscaras, conservadas desde una tradición inmemorial. Luego tuvimos la celebración festiva de la Eucaristía al aire libre, acción de gracias jubilosa por el don del Hno Max a Dios, a la Iglesia y a nuestra Congregación. Le pusieron el  insigne casco-corona del jefe en su cultura. Los cele-brantes y monaguillos estuvimos en alto sobre una estrada construida a base de termiteras. Varias veces se me hundió la silla en esa tierra poco firme. Y fui rescatado. Por la tarde siguió la fiesta con las danzas tradicionales.        El lunes por la mañana tuvimos que marchar ya, muy a a pesar nuestro porque a mí me hubiera gustado visitar los alrededores, donde hay grandes lagos y posibilidad de ver grandes animales. Otra vez será. Logramos la proeza de llegar a Mapangu por la noche, y nos quedamos en ese lugar tres días porque desde allí podía participar por internet o teléfono al Consejo general.
En el viaje de vuelta ‘recuperamos’ al Hno Toussaint, al P. Arnold así como familiares de este que regresaban con nosotros a la capital. Volvimos a casa, cargados de presentes:   3 cabritos, una ovejita, abundante verdura, asi como los regalos artesanales ofrecidos en cada lugar a los homenajeados. En el recuerdo y desde el corazón, una inmensa gratitud al Señor de todas las cosas y de todos los hombres, por haber podido vivir esa expe-riencia, esos encuentros, esa toma de conciencia de la realidad viva e interpelante de un pueblo valiente, generoso, pero en la práctica abandonado. Me he alargado mucho con lo del viaje. A medida que iba escribiendo, se me actualizaban tantas vivencias que no he sabido transcribir sino muy parcialmente.
Quiero terminar relatando algo del último acontecimiento la celebración del 10º aniversario de la implantación de los CPCR en la RDC. Os traduzco el SMS que acabo de recibir de un ejercitante, el Sr. Martin Kabasele:   “P  Ivo, buenos días, sufra Vd que venga a reiterar mi enhorabuena por el éxito del 10ª Aniv. CPCR. Resultó magnifico por el decoro y esa Misa mayor tan bien celebrada. Record absoluto sobrepasado. Feliz Navidad a todos.”  10 años ya. ¡Cuánta siembra! Pero fruto desproporcionado, para que bien viéramos que no era obra nuestra, sino que Dios se ha valido de nuestra pobreza para hacer fructificar una misión que El mismo ha proyectado y hecho posible por su gracia y en su Providencia. El P. General que había estado en julio-agosto, quiso ser representado por dos de sus consejeros, representando a España y a América del Sur. También aceptó su invitación la M. General CPCR que vino acompañada por su consejera argentina. Un Hno francés,  dos laicos franceses (padre e hija) así como un laico español completaron la comitiva venida de otros continentes. Nos habíamos preparado para este magno evento, pero hubo muchos fallos.  La última semana tuvimos todo tipo de percances, y con la meteo muy caprichosa más bien lluviosa en ese período del año. Ultima tormenta por la mañana del domingo de la fiesta a las 7 de la mañana. Aquí al llover la mayor parte del tráfico se paraliza. Pues, bien, el sol venció a las nubes y todos los que quisieron pudieron venir. Calculábamos, siendo muy optimistas, que pudieran participar unas 700 personas. Pues bien, en la Misa de 11, la nuestra,tercera y última de la mañana, había más de 1200 personas, y no creo que los parroquianos pasaran de 300. Escogimos para nuestra celebración la iglesia parroquial de San Alberto el Grande, consagrada por el Sr. Card. Arzobispo quince días antes. El amplio y luminoso templo, el coro “Los ruiseñores”, uno de los cinco mejores de la Capital, la presencia de varios sacerdotes y religiosos amigos concelebrando, y el uniforme CPCR impreso para la circunstancia todo dio un gran relieve a ese día histórico. Se han reforzado los vínculos dentro de la gran familia CPCR que abarca a los religiosos CPCR, a los laicos y sus familias, que ya han beneficiado del carisma del P. Vallet. Se ha dado a conocer nuestra familia religiosa de modo más amplio, gracias no sólo al ‘pagne’ sino gracias a las emisiones tanto radiadas como televisadas de la RTCE (Radio-Televisión-Católica Elikya -espérance-) que antes del acontecimiento han ido informando  y preparando los ánimos y han ofrecido  luego un amplio eco de la celebración. Tenemos todavía programado un documental que retrase los 10 años de nuestra misión en la RDC.
Después de este recorrido por nuestro año 2012 en la RDCongo, no me queda sino agradeceros vuestro apoyo a todos los niveles y a desearos unas santas y felices fiestas navideñas y un Año 2013 con fe acrecentada para alabanza de la Trinidad bienaventurada y felicidad solidaria y compartida en los que Ella ama inmensamente. Un fuerte y fraternal abrazo para todos y cada uno.                                                    
P. Ivo Bochatay cpcr.

 

LA NOVEDAD DEL NUEVO AÑO

 
Estrenamos año. ¡Qué novedad! Pues sí lo es. Podemos afirmar, incluso, que es una novedad novedosa. ¿Hasta ese extremo? Siempre que estrenamos algo nos sentimos contentos. Como si eso nuevo que llevamos, hiciera parte de nosotros mismos y nos afectara. Y así es. Nos alegra y nos hace sentirnos bien y casi distintos. Ocurre algo así al comienzo del año. El nuevo año es nuevo porque no lo hemos vivido nunca. Y es nuevo porque lo estrenamos. Nuevo, porque nos hace estar abiertos al futuro, a lo imprevisible, que suponemos siempre distinto y mejor. Lo es, en cristiano, porque nos vamos acercando a Dios y podemos ser un poco más buenos. ¿A que sí? ¡Y nos lanzamos!

La hora de estrenar es la hora de empezar. He aquí la novedad del nuevo año. Para nosotros los creyentes, la novedad del nuevo año, —la fe en Cristo Jesús— es tan novedosa que estamos convencidos de que es la gran oportunidad: no se ha repetido nunca y jamás se repetirá. La Santa Palabra lo dice bien: "Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo, Jesús". Y añade: "Yo hago nuevas todas las cosas". Y sabemos que se cumple.
Es hora —este año— de estrenar una visión nueva de las cosas y de la realidad. Verlas con otros ojos. Captar su hondo sentido. Lo tienen porque nada ni nadie escapa al proyecto amoroso de Dios concretado en Jesucristo. Qué bien lo decía el Santo Padre: "Dios ha roto su silencio, Dios ha hablado, Dios existe. Este hecho como tal es salvación: Dios nos conoce, Dios nos ama, ha entrado en la historia. Jesús es su Palabra, el Dios que nos enseña, que nos ama, que sufre con nosotros hasta la muerte y resucita". Luego la persona humana, la historia y todos sus avatares están traspasados por la presencia divina y amorosa de Dios. No cabe más el pesimismo. Ni el derrotismo. Ni la amargura ni la desesperanza. Vengan los tiempos como vengan. La fe viva nos hace descubrir la honda belleza que se da en todo, porque todo es ocasión o ventana abierta para descubrir a Dios, su Amor, su Compañía infaltable, su Abrazo silencioso. ¿Por qué en este nuevo año no estrenamos esta fe? Nos va en ello la vida. La vida buena de la paz, la santidad, la serenidad, la alegría. La luz requerida para este tiempo oscuro. Dejemos ya los lamentos.

Es tiempo de estrenar —¿por qué no?—una vida más sana y más humana. No es el dichoso "estado de bienestar" la solución mágica al bien-estar. No es lo mismo. Nos han engañado. Hemos caído en la trampa que nos han tendido el consumismo despiadado y el enriquecimiento a cualquier precio, sin moral e inhumano. La vida mejor y más humana, y en especial la más cristiana, no consiste en tener de todo, en abundancia y con derroche. No. La vida mejor es la que está bien porque tiene lo necesario. Sabe moderarse en todo y evitar lo superfluo. Vive una serie de virtudes y valores importantes. Ese es el bien-estar que humaniza porque serena la mente, pacifica el corazón, alegra la vida y nos hace capaces de ser hermanos solidarios. Amantes de Dios y de los demás. Se puede vivir con menos y mejor. Eso nos hace ser más iguales, más dignos. Más alegres y felices. Más cristianos y más acordes con el Evangelio.

Es el año de estrenar fe. Así lo explica el Papa Benedicto: «La fe permite un saber auténtico sobre Dios que involucra toda la persona humana: es un "saber", esto es, un conocer que da sabor a la vida, un gusto nuevo de existir, un modo alegre de estar en el mundo…, capaces de amar, venciendo la soledad que entristece…Es razonable creer; está en juego nuestra existencia. Vale la pena gastarse por Cristo; sólo Él satisface los deseos de verdad y de bien enraizados en el alma de cada hombre: ahora, en el tiempo que pasa y el día sin fin de la Eternidad bienaventurada». La novedad del nuevo año es novedosa. ¿O no? Feliz Nuevo Año.
 
P. Gregorio Rodríguez cpcr.