lunes, 8 de abril de 2013

Y al tercer día resucitó

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Este artículo de nuestro credo católico da sentido pleno a nuestra fe cristiana..
 
¡Jesucristo ha resucitado, aleluia! Esta es la Pascua; el paso la muerte a la vida. De una vida de pecado, pasible y mortal, a una vida nueva de gracia e inmortalidad.
La resurrección de Jesucristo de entre los muertos, es el fundamento que sostiene toda nuestra fe cristiana.
 
Dice San Pablo:"Si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía es vuestra fe.¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que murieron." (1Co 15, 14. 20).
 
La Pascua de Jesucristo es el misterio de su pasión, muerte y resurrección. Es su triunfo, su victoria y su gloria, Subió a los Cielos y está sentado a la derecha del Padre.
 
Pero Cristo es nuestra Pascua. Su Pascua es también la nuestra, y es prenda de nuestra victoria y nuestra gloria.
 
Los cristianos vivimos nuestra pascua ya en esta vida presente. Pascua temporal, preludio de la eterna. Incorporados a Cristo por el Bautismo, vivimos nuestra pascua muriendo y resucitando. Como nos enseña San Pablo, hemos de morir continuamente al hombre viejo (que sufre las consecuencias y las secuelas del pecado) para resucitar al hombre nuevo, configurado a imagen y semejanza de Cristo resucitado y glorioso. Se puede decir que la vida del cristiano ha de ser una continua muerte-resurrección en Cristo Jesús. Este es nuestra pascua en esta tierra, hasta que en más allá podamos disfrutar y gozar definitivamente de la pascua eterna.
 
Nuestra resurrección será distinta de las que conocemos en la Escritura, Cuando al rezar el Credo decimos: "creo en la resurrección de los muertos", nos referimos a un estado de vida totalmente distinto del de nuestra vida terrena. No será una resurrección como las que leemos en el Evangelio: la resurrección de la niña de Jairo, o la del hijo de la viuda de Naín, o la resurrección de Lázaro. Estas personas volvieron a la misma vida que tenían antes de morir, y murieron definitivamente cuando les llegó su hora. Nuestra resurrección será a imagen y semejanza de la de Cristo.
 
El Cristo resucitado que se aparece a los Apóstoles, ya no vive con ellos como antes.
 
El que estaba con ellos antes (aun siendo Hijo de Dios) era un Jesús terrestre y mortal. El Jesús resucitado que se aparece a sus discípulos, es un Jesús celeste e inmortal. Resucitó para nunca más morir, creemos que en nuestra resurrección se nos dará también un cuerpo semejante al suyo, como dice San Pablo:"Pero nosotros somos ciudadanos del Cielo, de donde esperamos como Salvador al señor Jesucristo, el cual transfigurará nuestro pobre cuerpo a imagen de su cuerpo glorioso, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas." (Ef 3, 20-21).
 
Teniendo pues en nosotros este germen de vida eterna que nos llevará a la resurrección, cuando la gracia se transforme en gloria, vivamos la exhortación del Apóstol: "Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra.(Col 3, 1-2).
 
Elevemos continuamente nuestra mirada al Cielo. Todos nuestros problemas y todas las crisis habidas o por haber, son siempre a ras de tierra. Cuando elevamos la mirada hacia arriba, todo se relativiza y se atenúa. Levantemos el corazón. ¡Arriba, arriba! Que estamos hechos para algo mucho más grande y mejor que todas esas bagatelas de aquí abajo, que nos llevan tan de cabeza y al retortero. ¡Arriba, arriba fijos los ojos en Jesús glorioso, primicia de todos los que están con Él glorificados, y que ya nos tiene un lugar reservado en el Cielo y nos está esperando.
 
¡Arriba, arriba, porque su Pascua gloriosa es prenda y garantía de la nuestra!
 
¡Arriba, arriba, porque Jesucristo ha resucitado. ALELUIA!
 
P. Pedro Cura Lluviá cpcr.

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